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Madrid, 21 de octubre de 1999 | ![]() |
«La bioética del tercer milenio debe fijar los fines de la medicina»
Hasta ahora se ha volcado en los conflictos surgidos por exceso de medios
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"La obsesión por la salud y el bienestar es peligrosa porque podemos pedir al sistema sanitario fines inconscientes, como la negación del dolor y de la muerte", según Diego Gracia, director del Máster de Bioética de la Universidad Complutense, de Madrid.
Gracia, que ha inaugurado un ciclo sobre Medicina y Humanismo que organiza la Fundación Hefame en Murcia, ha apuntado la irracionalidad de los fines que nos proponemos respecto al cuerpo y la vida, ya que son "muy emocionales. Negamos la muerte y la enfermedad, mediante un mecanismo irracional. Además, la persona que busca obsesivamente la salud ya tiene una enfermedad porque la búsqueda compulsiva de bienestar produce malestar". Este fenómeno aboca a la frustración, pues se exigirán al sistema sanitario cosas que no puede dar.
El problema está, a juicio de Gracia, en que, desde su nacimiento, la bioética se ha volcado en resolver los conflictos ocasionados por la explosión de medios técnicos y, en cambio, no ha tenido en cuenta los fines de la Medicina.
El incremento exponencial de la de la tecnología desde 1960 no ha dejado a la bioética hacer otra cosa que resolver conflictos derivados de tales medios: cuándo retirar un respirador, qué hacer si el paciente en peligro de muerte se niega a ser dializado, cuándo se produce la muerte cerebral, qué prioridades establecer en una lista de espera para trasplante...".
Por este motivo, hay que reflexionar sobre "si la resolución de conflictos relacionados con los medios no estará haciendo perder de vista cuáles son los fines de la Medicina, precisamente en la era en que la sanidad cuenta con más dinero que nunca".
Poner en contexto
En el nuevo milenio, la función primordial de la bioética será educar a los profesionales y a la población sobre los fines de la ciencia médica, y la gestión del cuerpo y la vida: "Promover la salud y las esperanzas de vida es correcto, pero sin grandes ilusiones. Somos la generación más afortunada de la humanidad, los más longevos y privilegiados, así que deberíamos estar contentos. Sin embargo, seguimos pensando que la Medicina hará retroceder la enfermedad, incluso la muerte. Somos capaces de escribir nuestra biografía, pero debemos saber que sólo es posible dentro de ciertos márgenes. De lo contrario, nos sentiremos terriblemente frustrados".
Para definir esos fines es necesario un gran debate "en el que participemos todos, sí, pero sin buscar ilusiones o fines puramente emocionales, porque terminarán pasándonos factura".
Esto afecta al proceso de autonomización de los pacientes: la definición de salud y enfermedad no la hace ya el médico, sino el usuario. Y en este proceso influyen "estímulos externos -vía sutil seducción- interesados en promover tal irracionalidad".
En este contexto, Gracia propone a los médicos "hacer como Sócrates: salir a la plaza del pueblo, es decir, salir de los hospitales y demostrar a la gente que no sabe lo que quiere. Sin imponer sus puntos de vista: basta con mostrar la inconsistencia de las pretensiones de los usuarios a la vez que sacan de su interior lo mejor que tienen. Sólo así se evitará la excesiva irracionalidad, la angustia y los objetivos utópicos ante el sistema sanitario".
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